La Paz y la Alegría de Cristo

Queridos familiares y amigos,
En esta Navidad, mi mensaje para ustedes es un sincero "Feliz Navidad", acompañado de mis mejores deseos. Más allá de una simple felicitación, quiero compartir esta meditación personal, en la que expreso mi anhelo de que la paz y la alegría de Cristo llenen sus corazones y hogares durante estas fiestas y en el año venidero.

Hoy celebramos el misterio más grande de la humanidad: la encarnación del Hijo de Dios, el Salvador nacido en la humildad de un pesebre, anunciado por el coro de ángeles con palabras que resuenan en nuestros corazones:

«No temáis, pues mirad que vengo a anunciaros una gran alegría, que será para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, que es el Cristo Señor.» (Lc 2:10-11).

La noche de Belén se ilumina con la proclamación de los ángeles:

«Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes Él se complace.» (Lc 2:14).

Los Padres de la Iglesia vieron en esta proclamación un eco del plan eterno de Dios para reconciliar al cielo y la tierra en Cristo. San León Magno, en uno de sus sermones de Navidad, declara:

"El nacimiento del Señor es el nacimiento de la paz, pues ya no existe enemistad entre el hombre y su Creador. Por la encarnación del Verbo, la naturaleza humana queda renovada y la dignidad perdida de nuestra condición se restaura."

Asimismo, San Agustín, reflexionando sobre la paz que trae Cristo, nos invita a reconocer que:

"Nuestra paz verdadera no consiste en la tranquilidad de este mundo, sino en la unión con Dios. En la humildad de su nacimiento, Cristo nos enseña que la paz se encuentra en el amor y la obediencia a la voluntad divina."

En esta Navidad, mi mayor deseo para ustedes y para quienes lean estas palabras es la paz verdadera, esa que solo Dios puede dar y que supera cualquier circunstancia de la vida. Les deseo que esta paz llene sus corazones, sus hogares y sus relaciones, trayendo consuelo donde hay dolor, esperanza donde hay incertidumbre y amor donde hay soledad. Que esta paz los impulse a ser instrumentos del amor de Dios en el mundo, iluminando las tinieblas con el resplandor de la fe y la bondad.

Recordando la alegría de la primera venida de Cristo, también anunciamos con esperanza su segunda venida gloriosa, en la que la paz será plena y eterna. Que este recuerdo nos impulse a vivir en fidelidad y alegría mientras aguardamos su retorno.

Que el Niño de Belén sea nuestra paz, nuestra alegría y nuestra salvación. Imitemos la humildad de los pastores y la alabanza de los ángeles, y con corazones agradecidos llevemos la luz de Cristo al mundo.

Que esta buena noticia de gran alegría inspire en nosotros el deseo de glorificar a Dios con nuestras vidas, viviendo en comunión con Él y construyendo un mundo más justo y fraterno.

Gloria a Dios en las alturas y paz a los hombres de buena voluntad.

Con profundo afecto y deseos de paz,


Carlos Enrique Loría Beeche

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