La esencia es aquello invariable y permanente que constituye la naturaleza de las cosas. El término proviene del latín essentia, que a su vez deriva de un concepto griego. Se trata de una noción que hace referencia a lo característico y más importante de una cosa.

La palabra esencia viene del latín essentia, que es un calco del griego οὐσία (ousía). ​ Οὐσία es un sustantivo verbal derivado del verbo εἶναι (eïnai), el cual significa «ser». De la misma manera, essentia deriva del verbo latino esse, que también significa «ser».

Sabemos que hay tiempos para reir, hay tiempos para sembrar, tiempos para cosechar, y pienso que conviene dedicar tiempo para pensar. Hoy le quiero invitar a meditar.

La esencia es lo que hace que un ser o un objeto sea lo que es.

¿Si guardamos café en una botella de vino, eso convierte al café en vino? ¿Podemos cambiar la esencia porque cambiamos el envase?

Y es que el café es la bebida que se obtiene a partir de los granos tostados y molidos de los frutos de la planta del café. Lo podemos envasar en un termo, o en una botella de vino, que seguirá siendo café!

“Aunque la mona se vista de seda, mona se queda” es un refrán que quiere decir que cada uno es como es, y no se puede ocultar o cambiar con mejoras meramente externas.

¿Y que pasa cuando tenemos maestros del engaño? Desde hace más de 25 siglos talentosos artistas y artesanos elaboran las piezas falsas que sus inter­mediarios «colocan» en el mercado que corresponda, ya se trate de una obra de arte, un billete de banco, una pieza arqueológica, o un pasaporte que permita pasar una frontera.

Pienso que vivimos tiempos en que maestros del engaño nos han querido vender una Mona Lisa falsa. Y no sería algo nuevo. La Mona Lisa de Hekking es quizás la más famosa de las copias del cuadro de Da Vinci.

Posiblemente ni usted ni yo somos expertos en arte, y posiblemente ni usted ni yo somos catadores de vino!

Pensemos por un momento, que le llevamos la botella que dice vino, y que contiene café a un catador. Un buen catador tiene que tener sus sentidos despiertos y no dejarse fiar por la botella, ni siquiera por el paladar. Puesto que para degustar también hay que guiarse por el olfato y la vista. Son los olores y los colores los que revelarán todos aquello que conforma al exquisito cuerpo del vino.

Se nos dijo alguna vez que un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. Por esto es que utilizamos aquella frase del Hijo del Carpintero que es simple y clara: por los frutos los conocereis!

En medicina ha existido siempre un principio básico y fundamental: Primum non nocere. Lo primero es no hacer daño!

Quiero pensar que no nos hemos olvidado hoy de ese principio. Prefiero pensar que algunos maestros del engaño se han infiltrado en el campo médico y hoy nos venden copias falsas de la Mona Lisa! Lo sabemos porque una sustancia, si es que es buena, no hace daño.

El artículo 46 del código civil de Costa Rica dice: “Toda persona puede negarse a ser sometida a un examen o tratamiento médico o quirúrgico, con excepción de los casos de vacunación obligatoria o de otras medidas relativas a la salud pública, la seguridad laboral y de los casos previstos en el artículo 98 del Código de Familia”

En la definición original de la palabra VA KU NA, se podía leer: Sustancia compuesta por una suspensión de microorganismos atenuados o muertos que se introduce en el organismo para prevenir y tratar determinadas enfermedades infecciosas; estimula la formación de anticuerpos con lo que se consigue una inmunización contra estas enfermedades.

Yo me pregunto: ¿si no inmuniza, le podemos dejar el nombre? ¿si no contiene microorganismos atenuados le podemos mantener el nombre?

Si me tienen que seguir poniendo la sustancia cada cuatro meses entonces ¿qué es realmente?

Yo pregunto a los juristas: ¿si pongo una sustancia experimental en una botella, y le llamo VACUNA, entonces puede el Estado obligar a todas las personas a que formen parte de mi experimento?

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